jueves, 9 de julio de 2015

El Diálogo en Tiempos del "Me Gusta" y el "Retweet"


Primero fue el Forward en aquellos antediluvianos tiempos del e-mail como saludo matinal. No era la Web 2.0, era apenas el correo electrónico sustituyendo las cadenas postales que te condicionaban a enviar veinte cartas con una monedita pegada a la hoja, encomendándote a algún santo que te cumpliera el milagrito anhelado. El e-mail resultó bueno para continuar esas cadenitas de oración, además de difundir falsa información sobre gatitos presos en botellas de vidrio o poemas cursis en presentaciones de Power Point. Gracias al botón de "Fw" podíamos reenviar fácil y rápidamente esa vital información a todos nuestros contactos. Y cuando surgieron las nuevas redes sociales virtuales, se las ingeniaron para facilitarnos que continuáramos con esa necesidad de no decir nada sin parecer indiferentes, o ausentes.



Acumular "likes" en Facebook y estrellas en Twitter es mucho más nutricioso para el ego que mantener una conversación; brindarlos también es mucho más sencillo, menos comprometedor. Todos contentos. Si emitiéramos nuestra opinión sería menos fácil, habría que fijar una postura y sostener nuestras palabras, o reconocer que nos equivocamos y ceder ante una mejor argumentación... o simplemente ante una más necia. Mejor decir que nos gusta, mejor marcar la estrellita de "Favoritos" y contribuir a su posicionamiento en Favstar. Aprobamos así la intimidad expuesta, el narcisismo ególatra, la ideología ligera o la simplicidad O las ideas que nos gustaría tener. El ingenio que nos gustaría mostrar. Nos identificamos, sí, pero mejor pasar la idea tal cual sin mancharla con una propia. Mejor dar Retweet, mejor compartirla... mediante otro botón.

Hemos sustituido el diálogo por el aplauso, por la aprobación mostrada con apenas un asentimiento, como si moviéramos la cabeza de arriba a abajo. No opinamos ya, o sólo opinamos lo que otro ya dijo, en continuo eco, como dice el sociólogo Zygmunt Bauman: nos comunicamos en cajas de resonancias, volviendo a escuchar nuestras propias palabras. 

O las que quisiéramos tener.



Es, también, una forma de decir: "Presente". Hacer saber que estoy ahí para ti, contigo, que te "escucho", que no te ignoro. Que no tengo nada que decir sobre tu foto con tu hijo o tu perro, o tu selfie, o tu check in de Foursquare, o la inspirada frase en bonita tipografía con que resumes tu ideología (la que crees que es tu ideología), o tu firma en Causes, o tu eco del hashtag del día... pero que sí te veo, que no porque no tenga nada que decir quiere decir que no estoy presente.

Porque el "¡Aquí estoy!" es lo que nos interesa decir primordialmente. Aquí estoy y tengo algo que decir, aunque no con mis palabras, mejor con un meme, mejor con un retweet. Aquí estoy y tengo algo que mostrar para que volteen a verme, por eso mi pose frente al espejo, por eso mi grito con mayúsculas, por eso mi lugar en la fila del "tren del mame", para que sepan que aquí estoy y estoy al día. Aquí estoy y soy especial. Por eso mi exigencia a la buena ortografía, por eso mi exaltada declaración de amor a los "ángeles de cuatro patas", por eso mi presunción gourmet, por eso mi defensa a los valores tradicionales de los buenos tiempo idos, a la "chancla" como método pedagógico, por eso mi adhesión a la filosofía light de Paulo Coelho o a la psicomagia de Jodorowsky que se filtran por gotas en nuestro timeline en frases enmarcadas y descontextualizadas, pero no importa, porque son verdades unitalla, verdades a modo, tal como predicciones zodiacales (a todos nos quedan). Por eso el like nos es tan necesario y útil.



La construcción de nuestro perfil virtual, tan pulimentado y tan corregido, mostrando nuestra cara amable y nuestro lado generoso, sabio y civilizado, atrae simpatías de otras personas igual de camufladas, y esa simpatía se cimenta en base a los "likes" y los retweets hasta convertirse en amistad, por tanta afinidad compartida. Y esa relación irreal, editada, photoshopeada, es la que nos permite sentir que pertenecemos, que nos integramos. Y ya nunca volveremos a estar solos.

Del otro lado de la pantalla siempre habrá alguien que nos dé "like"... aunque es probable que sólo recibamos eso. 

Y un edificante meme.



Abrí cuenta en Twitter y Facebook al mismo tiempo, por sugerencia de los mismos lectores de este blog. No había tenido antes un perfil en una red social, Hi5, Metroflog y MySpace no me sedujeron (parecían ser para intereses más juveniles), incluso el mismo chat de Hotmail a veces me abrumaba. Al principio Facebook me pareció lo mismo, pero Twitter sí me intrigó. Igual que la mayoría, tardé en comprender la dinámica de los hashtags, los trending topics, los follow friday y las listas, pero eso no me amilanó y comprendí que era más que "un chat grandote para hablar con los famosos", como lo definían los que no lograban entenderlo. El reto de resumir una idea en un limitado número de caracteres me entusiasmó, la inmediatez y la accesibilidad a la información también. Llegué en un buen momento de esa red social, a tiempo para ver como los mismos usuarios la definían y reinventaban, dándole un uso más amplio y diverso que el ideado por sus creadores ("What are you doing?", preguntaban). Aún así, era común que los que se sentían expertos o con derecho de antigüedad reclamaran: "Así no funciona Twitter" o "Para eso no es Twitter", o enlistaban reglas para su uso (que sumisamente replicaban sus admirados adeptos). Finalmente Twitter también quedó transformado en algo muy diferente a lo que esos primeros usuarios exigían. La llegada masiva de personajes notorios, como figuritas de la farándula, la política o los deportes, terminó por catapultarla a la vitrina que ahora es, donde el culto a la personalidad es lo que prima.



Algo que se debe aprender en esa red es que no se tienen seguidores, los seguidores te tienen a ti. El personaje que cada usuario construye termina dependiendo de la aprobación de sus seguidores, lo cual reduce la interacción espontánea, por más que parezca que la clave es la "autenticidad". Las ventajas de Twitter siguen ahí: inmediatez y accesibilidad. Te enteras antes y, muchas veces, de primera mano, incluso viendo como se transforman las versiones que luego se darán en medios tradicionales. Pero las desventajas han aumentado, esa misma celeridad favorece la desinformación, y la interacción directa no garantiza una comunicación efectiva. Ejemplo de todos los vicios son las dinámicas de los que manejan la imagen de Enrique Peña Nieto, desde su candidatura: bots con perfiles falsos que lo mismo inflan su número de seguidores, que orquestan sus campañas a su favor o en desprestigio de un contrario, o que imponen o tiran Trending Topics, dependiendo de su conveniencia. Aún usuarios más modestos muestran las deficiencias de la comunicación en Twitter, tuitstars de cualquier categoría, intelectuales o faranduleros, dados a la comedia o al drama cursipoético, se entrampan en la caricia de la popularidad.  Y el diálogo no se presenta, ni el debate eleva su nivel. 


La causa principal es la tendencia a replicar fidedignamente lo que ya se dijo. El Retweet es un homenaje además de una aprobación a la inteligencia y al ingenio del que se aventuró a crear un contenido, así, la frase o el meme se reproducen exponencialmente, sin variaciones, sin objeciones, sin complementos. Y eso que no hablamos de otro verbo que no se entiende fuera de esa red social: favoritear. La estrellita que distingue un tweet del resto, que lo guarda para la posteridad salvándolo del olvido y lo eleva a objeto de veneración, ha creado incluso una red social dentro de la otra: Favstar, museo del ingenio en 140 caracteres, y de la adoración que una idea ajena que deseamos propia puede causar.

El culto a la personalidad individual se refleja tanto en los cientos de miles de seguidores que un tuistar puede acumular, como en los miles de "likes" que recibe una selfie en Facebook



Aunque al principio no me entusiasmó Facebook, finalmente quedé más apegada a esa red, pero se debió a la suerte de tener contactos interesantes que me invitaban a unirme a la conversación. La facilidad de explayarse en comentarios y compartir mediante grupos de intereses comunes fue lo que me hizo, después de un par de años, acudir con más asuidad, la oportunidad de mantener contacto con personas que de otra forma se habrían alejado, o de complementar el que tengo en el plano real, fue lo que al final me hizo anclarme. En Twitter se desprecia mucho al usuario de Facebook y a la misma plataforma, pero en mi caso puedo decir que es al contrario, yo encuentro ahí mejores condiciones para el intercambio de ideas, y una mayor convivencia con las personas que me interesan... porque es otra ventaja de estas redes virtuales: las rupturas son casi indoloras. 

Si la amistad virtual no nos satisface, si el seguidor nos importuna, si al que seguimos nos decepciona, un botón lo borra de nuestros timelines, y quizá, de nuestras vidas. La amistad virtual es irreal, el vínculo también, es fácil desvanecerlo (casi) sin conflictos, (casi) sin consecuencias.



Mucho más versátil que Twitter, la red social más popular ha sabido combinar los recursos innovadores de sus antecesoras más destacadas (Hi5, MySpace y Metroflog), complementándolos con los recursos básicos de los que iniciaron la comunicación virtual (e-mail y Messenger),y con sus adquisiciones de Whatsapp e Instagram. Y mientras uno de los creadores de Twitter renuncia por la imposibilidad de capitalizar para sí mismo el éxito de su red, Zuckerberg no deja de acumular dinero con la suya, aprovechando nuestro persistente miedo a la soledad. No hay forma de estar solo en Facebook, en esa inmensa casa de espejos alguien siempre nos da "like", o alguien dice lo que nosotros quisiéramos, para así poderle "like", "compartir", y sentirnos integrados. Comprendidos. Alguien nos pide amistad o acepta la que brindamos, aplaude lo que decimos o dice lo que aplaudimos, sintiéndonos identificados. Alguien nos escucha, nos aprueba. Y devolvemos el favor con facilidad generosa, positiva.

Con una manita y un dedo hacia arriba.


Ilustraciones de Pawel Kuczynski, Eduardo Salles y Facebook.

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